Más allá del concepto matemático que suponga el
sólo hecho de, mencionar, la tan famosa sucesión, existe un uso más útil que ha ido ganando adeptos en los
últimos años. Praxis pseudo equivalente a la filosofía budista, alojada en el
empirismo puro, fuera de cualquier escritorio u hoja de cuadernillo decadente,
fuera de las vacías salas de clases.
Nace en la más desierta matriz, el cero; origen del todo, origen de la
nada. Frívolo, oscuro, insípido e inmaterial. Altar a todo lo que no se ha
consumado. Semilla incorpórea del destino. Camino llano que señala hacía la
vida, convergiendo, hacía la unidad absoluta del ser; el uno. Aquí es donde aparece por primera vez lo que fue, es,
y será.
La individualidad completa en su máximo esplendor, cuan perfecto Sol corre tras
la bruta y desnuda Luna una noche de verano. He ahí donde surge la necesidad de
unión, la necesidad de complementarse; progresar.
Pese a ya, existir,
el uno no es eterno. Ostenta un primigenio instinto de supervivencia, un
remanente de rechazo a la soledad, a la nada, o simplemente, un patrón de
conducta preestablecido para no extinguirse.
Extrapolando esto a la cotidianidad, existe el
impulso biológico de todo ser a generar una descendencia, dar vida luego de
haberla recibido, comulgar hacía la perfecta dualidad; blanco y negro, cielo y
tierra, padre y madre, ying-yang…
Es así, como obtenemos las cuatro primeras personalidades de la secuencia en
cuestión; el cero, el uno, el complemento a la unidad, y la dualidad.
Esta última subordinada, y en un sentido más amplio, incompleta a falta de causa
universal. Carente de sentido, se transforma en un nuevo vacío total,
devastador, un caos incontrolable capaz de quemar todo a su paso. Aquella desbordada
batalla titánica impulsa a la creación de una quinta identidad; la trinidad.
Múltiples son las analogías que se pueden
extraer, algunas, se remontan al inicio de la civilización; otras, acaban de
ser hechas, pensadas o escritas. El ejemplo menos ambiguo de la quinta esencia,
es tomado de la religión misma; conjunto de dogmas que han sido claves para las
distintas culturas a lo largo de la historia.
Dondequiera que observemos, dentro de las
religiones, existe un patrón interno estrechamente relacionado entre sí, un
equilibrado sistema soportado por la creencia en tres personalidades distintas;
la tríada.
Común es el caso de la Santísima Trinidad
cristiana; Padre, Hijo y Espíritu Santo. Con sus respectivos equivalentes en
las culturas Egipcia, Griega, Azteca, Maya, Nórdica, etc.
Henos aquí, frente a una ristra de cinco
personalidades, los cinco primeros dígitos —si se quiere decir así— de la
sucesión Fibonacci.
Matemáticamente hablando, cada número
presente, es la suma de sus dos predecesores, teniendo al cero como origen, y
siendo tan limitado como el infinito lo permita.
0+1=1
1+1=2
1+2=3
2+3=5
3+5= 8
5+8=13(…)
Una idea tan profunda como la vida misma. Un filtro,
o, una percepción completa frente al universo, cuya cualidad, diverge en una
progresión infinita de posibilidades, vetando absolutamente, toda probabilidad
de retroceder o disminuir en grado.
Visto así, la vida es una espiral. Espiral
cubierta de altibajos, predispuesta a lo eterno, a la auto superación y a la
permanente progresión. No obstante, cabe la natural tendencia a rotar,
estancarse en un punto muerto, y hacer de la monotonía, un ciclo sin fin; en
donde, cada problema, recuerdo o experiencia que no sea; en primer lugar, aceptado;
identificado, y luego, superado —muchas veces por el ego mismo—, moldeará un perfecto anillo en nuestras vidas,
impidiendo escapar. ¡Gran huracán devorador de vitalidad! Perfecto ojo de la
devastación, maldito centro de poder y caos; sin embargo, que bello, sencillo y
trivial se ve a la distancia. ¡Qué fácil parecen ahora aquellos senderos vistos
a la distancia! Y es que, desde el agujero, ardua tarea es identificar una
solución para romper aquel ciclo. Saltado el anillo, sólo nos queda la
eternidad por delante, en donde, otro huracán perecerá.
Completa está entonces la sucesión. Cada
piedra ha sido pulida, removida y lanzada al exterior; fuera de la caja. Y allí
estaremos, siempre dando rienda suelta a nuestras vidas, por toda la eternidad.
Norte, Sur, Este u Oeste; la espiral asciende.
José Luis Borges G.
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