ahí está, tan lejos, pero lo puede tocar,
y tan cerca que lo tiene, no lo puede asesinar.
Y se pierde la noción y siente,
y en enredos del reloj a destiempo
eso ya no existe, está lejos, muerto,
y revive en el presente,
sin pensarlo ni quererlo,
el dragón llega al cerebro.
Afloran decenas de memorias,
de esas no significativas
y le dice, fue hace tanto,
no lo alcanza pero vuelve,
vuelve el despiadado que no se deja matar,
el que aunque hace tanto ha muerto,
siempre tiende a regresar.
Y despierta sin saberlo,
en cualquier momento
y no lo llega a invocar,
visualiza asesinatos,
y no muere,
un susurro se repite, un día se irá,
tal vez otro objeto, otra alma,
o la venganza que ha pensado en realizar.
Vive, camina, corre, vuela y se cae,
levanta la cabeza, ya no es ella,
en su cuerpo lo puede abrazar,
asesina procesos cognitivos y su boca,
asesina un cuerpo que solo quería amar
y renace, duerme, se apaga
y de pronto tiende a despertar.
No espera, pero sabe que algún día,
ella lo hará recordar,
deseará no haberla conocido,
con estos Iris lo voy a mirar,
y con esto y sin suspiro,
el amor ha muerto,
visualiza y un día se hará realidad.